domingo, 15 de junio de 2008

AJEDREZ - EL JUEGO DE LA VIDA Y DE LA MUERTE (1)



TODA UNA CEREMONIA


El ajedrez es divino, es un juego sacerdotal, la mano de Dios juega y gana. El jugador consciente, sabio, es muy humilde, pues sabe que no sabe nada. Y se pone a la escucha de lo que llaman los grandes maestros: "el espíritu de la posición".

Es toda una ceremonia. Desde el instante que das la mano al oponente, entras de lleno en el templo del tablero, el espacio, con las piezas que significan el tiempo. Empiezas a trabajar con el tiempo, en torno al tiempo, y desde ese instante te conviertes en servidor, en otra pieza del Gran Juego. En este sentido eres un actor oracional, porque estás en silencio, el lenguaje del misterio. Los grandes maestros se dan cuenta que con la cabeza, con la razón no se solucionan los problemas, sino aniquilando el yo, el ego, los deseos. Esa es la conexión divina, la armonía. Y cuando conectas con ese hilo de la armonía, las piezas se mueven solas, fluyen y aparecen las grandes jugadas, los lances extraordinarios.

Y es simplemente porque es el arte de Mercurio, "el filo de la navaja". Estás ahí, en el caballo, llevando las riendas, pero el caballo te lleva, hay una fuerza superior, que es la que confiere la Divinidad, la conexión con el Maestro Supremo, el Creador. De hecho, en las competiciones todavía se sigue manteniendo este pulso divino del ajedrez.


En las fotos, el Maestro Diego Sumic jugando simultáneas en la Feria de Mataderos y alumnos de la Escuela "Roma" en un Torneo Escolar.

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