jueves, 14 de febrero de 2008

BOBBY FISCHER FOR EVER





"LA VIDA" (DE ROBERT JAMES FISCHER) EN UN TABLERO DE AJEDREZ




"...es improbable / en este mundo sin eternidad / elegir los únicos actos justos." Sigurdur Palsson (poeta islandés)




El propósito de estas notas no es hacer una crónica de la vida de Fischer, porque para eso harían falta muchas páginas, sino simplemente presentar una idea: la loca coincidencia del tiempo cronológico vivido por el genio y la cantidad de escaques del tablero de ajedrez que fue, sin dudas, su pasión.


Es un homenaje para todos los ajedrecistas, nosotros y los que se fueron: Héctor, Jorge y don Miguel (los más cercanos).




LA REVOLUCION FISCHER


Bobby es tal vez el campeón más controvertido, más polémico, que haya conocido el juego del ajedrez. Fue una leyenda viviente incluso antes de haber ganado el título y estaba totalmente dedicado a su carrera. Utilizó su energía sin límites y su determinación monstruosa para demoler a sus oponentes, para ganar no solamente los encuentros, sino cada movimiento.




Su cruzada hacia el Olimpo demolió la resistencia combinada de toda la escuela soviética y ganó admiración en Occidente y, especialmente, en Estados Unidos. El luchaba ferozmente para obtener mejores condiciones para los jugadores, para los profesionales del ajedrez. Participó en modernizar el ajedrez, y podría ser nombrado "el fundador" del ajedrez actual. Pero, desgraciadamente, al final el individualismo de su carácter le impidió lograr que el ajedrez ocupara un papel más importante, porque creo que el ajedrez perdió en ese momento una oportunidad única de convertirse en un juego que causara gran atracción para millones y millones de seguidores. La desaparición de Fischer de la escena del ajedrez hizo sufrir muchísimo al juego, y todavía no se ha recuperado de su desaparición, porque el ímpetu que se obtuvo en ese momento sucede muy rara vez.




PEON 4 FISCHER


Sólo le interesaba lo que tuviera que ver con el ajedrez. Practicaba natación y bowling únicamente porque sabía que para ser campeón necesitaba un buen estado físico. En zapatillas de básquet atendía partidas simultáneas contra adversarios muy buenos y los derrotaba a todos. Lo llamaban "el Mozart del ajedrez". Los rusos no lo querían. Le temían y despreciaban. Los diarios soviéticos lo apodaban "Nyetkulturny" (el inculto). Algo de razón tenían, porque Fischer, pese a su inteligencia privilegiada, sólo leía historietas y libros de ajedrez. Socialmente era un inválido, vivía en un mundo helado y solitario. Se hizo leyenda por su talento, pero también por su carácter extraño. Parecía una actriz de las épocas doradas de Hollywood, porque siempre se peleaba: por el dinero, el alojamiento, el almuerzo y el horario de las partidas. Usaba unos horribles trajes violeta, pero a toda costa quería que lo tuvieran por uno de los hombres mejor vestidos del mundo.




Boris Spassky, por aquel entonces campeón del mundo, declaró: "El ajedrez es como la vida". La réplica de Bobby no se hizo esperar: "Está equivocado. EL AJEDREZ ES LA VIDA". Otra vez le brotaba el exagerado. En los hoteles sólo tomaba cuartos sin ventanas, para no distraerse.


Este ser de espíritu independiente no buscaba el consenso y no dudó en dar, en el número de enero/febrero de 1964 de la revista "Chessworld", su lista de los diez mejores jugadores de todos los tiempos y sus cualidades: Morphy (el más preciso); Staunton (el mejor analista de aperturas); Steinitz (original en las aperturas); Tarrasch (estilo contundente); Tchigorine (agresivo en el ataque); Alekhine (imaginativo y muy complicado); Capablanca (simplicidad); Spassky (muy contundente); Tal (sacrificios espectaculares) y Reshevsky (calculador como una máquina). Aparte de Staunton, más bien subestimado, la lista no presenta grandes sorpresas. Sin embargo, es evidente la ausencia de Lasker y, sobre todo, la de su contemporáneo Botvinnik. ¡Una manera de atizar viejos rencores!




Algunos opinaban que Fischer seguiría siendo invencible hasta el año 2000. Pero, al igual que su compatriota Morphy en el siglo pasado, abandonaría la competición en la cima de su gloria. No participó en ningún torneo más y no defendió su título frente a Anatoli Karpov, dejando huérfano al mundo occidental.






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