sábado, 9 de junio de 2012

LA AFICIÓN POR LOS JUEGOS

LA AFICIÓN POR LOS JUEGOS ES UN IMPULSO UNIVERSAL QUE NO TIENE FRONTERAS NI CULTURALES NI LINGÜISTICAS.



Así como las antiguas y primitivas religiones del mundo muestran profundas similitudes en sus ritos para invocar la fertilidad o en su adoración al sol y a la luna, muchos juegos parecen ser comunes a los seres humanos de diversas partes del mundo. Aunque pueda parecer lo contrario, esta comparación no está traída por los pelos: muchos juegos que ahora pasan por ser meros pasatiempos infantiles son, en realidad, reliquias de antiguos ritos religiosos que, a menudo, se remontan a los albores de la humanidad. La lucha de la cuerda, por ejemplo, es una dramatización de la pugna entre oráculos; incluso el "invernáculo" (o rayuela) tiene que ver con los antiguos mitos sobre laberintos y ha sido adaptado, más tarde, para representar el viaje cristiano del alma, desde la tierra hasta el cielo.
En el palacio de Medinet Haboo de Tebas, en el Alto Egipto, hay una pintura mural que muestra a Ramsés III, de la XX dinastía, enfrascado en un juego de tablero con la diosa Isis, esposa de Osiris, señor de la muerte. Herodoto, el historiador griego, cuenta que a veces el faraón resultaba vencedor en esos encuentros y que a veces perdía. En el capítulo diecisiete del Libro de la Muerte egipcio hay una referencia a un juego practicado después de la defunción, en el que los jugadores son los espíritus que han abandonado la vida terrena y que moran en el mundo del más allá.


Los juegos de echar a suertes, como los dados y las tablas, daban la oportunidad a los seres humanos de consultar a los dioses para tomar decisiones difíciles. Y el resultado de juegos emprendidos entre campeones era interpretado por sacerdotes u otras personas capacitadas para leer el futuro. Incluso en 1895, mientras los franceses atacaban la capital de Madagascar, la reina nativa y su pueblo tenían más fe para conseguir la victoria en el resultado de un juego de predicción llamado "fanorona", practicado por los adivinos, que en su propio ejército. ¿Quién no ha lanzado alguna vez una moneda al aire para tomar una decisión?


Ciertas clases de juegos tiene, indudablemente, su origen en un intento de desarrollo educativo de la juventud o de mantenimiento de habilidades adquiridas. El "ajedrez" era una reconstrucción imaginaria de un campo de batalla, y la estrategia y perspicacia requeridas para el juego siguen constituyendo un excelente ejercicio intelectual. Habilidades más mundanas, pero no menos útiles, encierran juegos tales como los dardos, el aro, las carreras pedestres o cualquier otro juego que requiera fuerza o destreza. Antiguamente los soldados japoneses tenían que jugar al "rehilete" para potenciar su agilidad y velocidad; en otra cultura muy distinta, los jóvenes indios americanos afinaban su puntería lanzando dardos a través de una argolla.


Los juegos de puro ingenio han intrigado a hombres y mujeres desde el principio de los tiempos. Adivinar acertijos debe de haber sido un  entretenimiento practicado por los hombres de las cavernas alrededor de la hoguera. Mucho más tarde, en los libertinos banquetes de la Grecia clásica, el fracaso de no acertar correctamente una adivinanza suponía un castigo: el perdedor tenía que beber un cuerno de aguamiel o vino adulterado, a veces con sal. Los pobres jugadores caían dormidos bajo la mesa, mientras que el premio por dar con la solución consistía en dulces o en un beso de la dama elegida.
Los juegos son un espejo de cada civilización. En el juego afgano del "buzkashi", grupos de fieros caballistas combaten en una lucha sin cuartel ni limitaciones por la posesión de un ternero degollado. El objetivo es arrastrar la res muerta, defendiéndola de todos los competidores, y llevarla alrededor del campo hasta la meta. El conflicto entre nómadas y sedentarios está dramatizado en el juego de tablero "dablot prejjesne" que se practica en Laponia. Un jugador controla la fortuna de un rey, un príncipe y 28 guerreros lapones; el otro tiene un terrateniente, el hijo del terrateniente y 28 granjeros arrendadores.

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