sábado, 14 de agosto de 2004

EL JUGADOR CONTEMPORANEO




"Vivimos pues un mundo donde las cosas no tienen tiempo de envejecer ni de cumplir su ciclo, es decir, su historia vital. Por un proceso artificial de aceleración del tiempo, por un afán de forzar el tiempo natural de las cosas, se anula la historia, porque el tiempo de partida y el de llegada, el pasado y el futuro, convergen en un mismo punto. Y en un mundo donde la historia se acelera hasta desaparecer, el hombre-jugador del siglo XX fuerza su propia maquinaria: no se abandona a ningún juego porque éstos se suceden sin cesar, porque sorpresivamente cambian sus reglas y es necesario aprender las nuevas, adaptarse a las variables estructuras lúdicas, improvisar roles. El jugador contemporáneo es un actor de múltiples facetas que cambia constantemente de máscaras.
Como vemos, en nuestra época acelerada y fluyente, el hombre es exigido a jugar para no quedar fuera y el juego fortalece su capacidad creadora: en el ejercicio lúdico el individuo recupera el sabor de la libertad y el gozo del acto creador. Pero también es cierto que el hombre-jugador del siglo XX no crea nada estable, sólido ni duradero. Por su persecución desesperada del tiempo, su afán ansioso por estar dentro del presente, se convierte en un jugador improvisado, en un creador de estructuras efímeras que se deforman y transforman apenas insinuadas. Si bien el hombre contemporáneo logra anular el devenir histórico por hipertrofia del presente y crear el sentimiento de eternidad, ese sentimiento no es más que un espejismo, la trampa de un juego que se convierte en tragedia, el juego de la destrucción."
Concluyendo: la ausencia de metas, de futuros cuidadosamente planeados, de conductas paradigmáticas que señalen pautas, valores y caminos, nos colocan en la "terra incognita" donde es posible, como nunca, la vida como juego. Si aceptamos el vacío podemos instalarnos sin esfuerzo en el centro ( de nosotros mismos, de las cosas, de una alegría fugaz, de una situación cualquiera ), podemos rescatar espontáneamente la solidez del presente ( y no su fragilidad ), podemos iniciar el itinerario de reconocimiento de nosotros mismos ( de nuestro cuerpo, de nuestras fuerzas y posibilidades ): podemos, en fin, convertirnos en auténticos jugadores, jugando los propios juegos que, sin proponérnoslo, ponen en movimiento la historia y construyen el futuro.
Graciela I. Scheines, " Juguetes y jugadores "

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