domingo, 8 de agosto de 2004

EL AJEDREZ DEL QUIJOTE




"Brava comparación --dijo Sancho--, aunque no tan nueva que yo no la haya oído muchas y diversas veces, como aquélla del juego de ajedrez, que mientras dura el juego cada pieza tiene su particular oficio, y en acabándose el juego todas se mezclan, juntan y barajan, y dan con ellas en una bolsa, que es como dar con la vida en la sepultura."
Miguel de Cervantes Saavedra, "El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha" ( 1605 )




Más que la idea brillante de un genio, el ajedrez debe considerarse una creación de toda la humanidad. El equilibrio del juego moderno apareció cuando el segundo milenio daba sus primeros pasos, pero la alquimia que permite agrupar de forma armoniosa sus seis "criaturas" --esas figuras fruto del ingenio humano-- sobre un tablero formado por treinta y dos casillas blancas y otras tantas negras es el resultado de innumerables viajes por las civilizaciones de la Antigüedad.


Resulta del todo imposible reconstruir con precisión la historia de los intercambios que condujeron a la creación del juego moderno. Pero se pueden esbozar sus perfiles, gracias a documentos y objetos diversos: manuscritos iraníes, árabes o españoles de la Edad Media, piezas o tableros de hueso, marfil, ébano, barbas de ballena, cuero o metales preciosos, encontrados desde los confines del Extremo Oriente hasta la Europa más occidental y que tienen, en algunos casos, diez siglos de antigüedad. Tanto el tablero chino, con los ejércitos separados por un río y piezas que simbolizan animales venerados por los pueblos de Corea y Japón, como el elefante de marfil de Irak o el caballo de cristal de Barcelona son testimonio de una expansión casi universal. Y en todas partes han prevalecido, finalmente, las mismas reglas del juego.

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