sábado, 24 de diciembre de 2005

Cuando un niño no juega...




"...que sepa abrir la puerta para ir a jugar..."
"Juguemos en el bosque mientras el lobo no está."

Como en la canción infantil, para que un niño juegue alguien tiene que abrir puertas y alejar el terror...Es decir, alguien tiene que haber posibilitado el armado de deseos e instaurar la esperanza de un encuentro-reencuentro.
Es decir, si el juego se enlaza a la creación-recreación...el que un niño no juegue habla de muchas cosas.
Amar, hablar, aprender...todo comienza jugando...
Pulsiones, destinos pulsionales, fantasías, pensamientos, se entraman en el juego infantil. Y a la vez, traumas, repeticiones, ausencias, muerte...son conjurados en el mismo.
Posibilitado por la diferenciación yo / no-yo, por la capacidad de sustituir y de presentificar una ausencia, el juego posibilita la creación de enlaces representacionales, la apropiación del acontecimiento y la reorganización de las huellas mnémicas.
En "El creador literario y el fantaseo", Freud dice: "Acaso tendríamos derecho a decir: todo niño que juega se comporta como un poeta, pues se crea un mundo propio, o, más exactamente, inserta las cosas de su mundo en un nuevo orden que le agrada". Es decir, reordenando viejos elementos (rastros de vivencias) el niño obtiene placer a través de una producción creativa. El niño rearma lo vivenciado, tomando las marcas que han quedado en él, sus diversas memorias, para crear otro mundo, más placentero. Y aclara que el juego no se opone a la seriedad (el jugar es algo serio) sino a la realidad.
Beatriz Janin, "Actualidad Psicológica" - Año xxx Nº 337
Y en "Más allá del principio del placer", afirma que se conjugan en el juego la pulsión de dominio y el principio de placer. Es decir, no sólo hay placer sino también la posibilidad de apropiación y dominio de lo que en la realidad no puede ser dominado.

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